Era una hermosa tarde de primavera y el calor en Monterrey ya se empezaba a sentir. Me sudaban las manos, el cuello, los brazos y hasta la cabeza. El calor era tan intenso que los universitarios estaban como burros en temporada de apareamiento y Paco y yo estábamos escondidos tras la “piscina”, como todos, buscando un lugar apartado para besarnos y quizá tocarnos un poquito.
Una tarde calurosa en la Facultad de arquitectura de la UANL. 2007
Debí dejar que su lengua siguiera dentro de mi boca para que no dijera la segunda tontería más grande del mundo, la primera claro está, fue terminar conmigo muchos años después. Sus labios se detuvieron y se separaron de mi boca para decir: ¿ y si tu te dedicas a hacer maquetas cuando nos casemos?, así puedes quedarte y hacerte cargo de la casa y de nuestros hijos y mientras, yo, salgo a trabajar como arquitecto…
-¡POR DIOS!, ¿QUE TE OCURRE? Estoy estudiando en la misma facultad que tu y tengo las mismas posibilidades que tu, incluso creo que me va mejor que a ti en muchas clases, ¿porqué sólo sería maquetista?- le contesté muy enojada. Lo dejé ahí sentado, y me fui caminando muy molesta. Pasé la cancha de futbol, la mesa de pin pong, el pasillo central, la explanada y llegué al estacionamiento, abrí mi carro y me fui a casa. Cada paso que daba era como si mis pies ardieran e incineraran todo lo estaba a su paso. Iba a se difícil olvidar tan grande ofensa.
Las palabras, las flores y las demás porquerías ayudaron a Paco para contentarme, y hasta convencerme de su sueño. Aunque yo no sería maquetista, si me plantee que si nos casábamos yo me quedaría a hacerme cargo de la casa y de nuestros hijos. Ese sueño me hubiera funcionado si no hubiera tenido tantas ganas de conocer el mundo y soñar cada noche las mil y una cosas que quería hacer cuando fuera grande.
Pasaron los año y como tenía que pasar, esta relación no funcionó. Yo ya vivía en la ciudad de México, cuando dijo la primer tontería más grande del mundo, teníamos que terminar. Bueno… en ese momento lo creía así, pero hoy estoy segura que fue lo mejor que me pudo haber dicho. En una ciudad tan grande y con mucho que ofrecer, yo ya había abierto mis alas para volar solita, había decidido que mis sueños tendrían que ser más que bosquejos y debía llegar a materializarlos en mi realidad. Y para mi suerte en el 2016 llegue a vivir con un tío paterno.
Ese año mis decisiones cobraron sentido. Gracias a las historias matutinas de mi tío, todos los días mientras desayunábamos, pude verme frente al espejo de todas las mujeres “Nava Vázquez”, encontré el lado paterno que desconocía por completo y que le daba fuerza a mi alma. Estas historia fortalecieron mi espíritu y me ayudaron a trazar el camino que ahora recorro feliz y orgullosa.
Gracias a todas estas mujeres, Gracias:
Cesaria Guzmán, mejor conocida por la familia como “mamá Chaya”, por que aquella noche calurosa, cuando la Revolución hacía de las suyas en el pueblo San Luis Acatlán en la costa chica de Guerrero, no te importó ser aquella mujer elegante en su fastuosa casa. Saliste con tu escopeta en mano y te convertiste en “Doña Chaya”, la mujer que lucharía por salvar la vida tu compañero, padre de tus hijos y terrateniente del pueblo. Sin tener miedo te enfrentaste a un ejercito de hombres armados, que podrían haber hecho contigo lo que quisieran, para liberar al Abuelo Ruperto de las manos de la muerte y además de todo, planeaste una fuga inmediata, rechazando las riquezas y las comodidades de tu casa para regresar a una vida modesta en el pueblo que te viera nacer: Azoyú. A éste valor le debemos la supervivencia, al día de hoy, de los Vázquez Guzmán.
Tía Obdulia Vázquez Guzman, quien después de ser robada por un soldado, en el río del pueblo San Luis Acatlán en la costa chica de Guerrero, huye a la ciudad de de México. Llegó en el año 1920 a la calle de Tacuba y tras resolver el problema de una maquiladora de corbatas, se vuelve aprendiz, para pocos años después establecer su propia fábrica maquiladora de corbata. Ocho años después, cuando la tía logra abrirse caminos entre un mundo de hombres machistas, se posiciona como la “primera mujer productora de corbata en México”, gracias a sus destrezas en la costura y el corte, aprendidas desde niña como toda mujer perteneciente a una familia acomodada, y sobre todo gracias a su carácter imponente y autoritario.
A mi abuela Juana Vázquez Guzmán, quien en su afán por estudiar y lograr sus sueños huye a la ciudad de México se enfrenta a su familia, padres y hermanos, para lograrlo. Por desgracia este sueño no siguió adelante pero gracias a ella el día de hoy estoy rodeada de hombres y mujeres bien formados, mis tíos y mis tías Nava Vázquez, quienes hoy me han dado la fortaleza que requerían mis piernas, la estructura de mi espalda y riqueza de mi cabeza para alcanzar mis sueño. Gracias abuela porque sin conocer tu historia yo seguí tus pasos, vine a la ciudad de México y estoy cumpliendo mi sueño que es también el tuyo.
Mi abuela Juana Vázquez Guzmán, 1936
La tía”Tola”, Eustolia Nava Rojas, quien nacida en una familia rodeada de venganzas, desde niña saco la entereza para presenciar el asesinato de sus hermanos. Vivió entre cadáveres y sepelios, muchas ocasiones de los enemigos de la familia, aquellos que se dignaron a matar a sus hermanos ahora pagaban con las mismas lagrimas, el dolor que ella había sentido. Jamás se derrumbó por el recuerdo de la muerte, al contrario, paso su vida aprendiendo la sutileza con la que una mujer puede pelear en un mundo de venganzas. Fue maestra del pueblo y entregó su vida a los niños y a sus sobrinos. Rechazó la vida ostentosa para ayudar a su comunidad, ayudó a construir el templo, y formar a un montón de feligreses. Creía firmemente en hacer el bien a su comunidad y siguió haciéndolo hasta el último día de su vida.
La tía”Tola”, Eustolia Nava Rojas, 2017
Mi tía Mariana Nava Vázquez, su lucha comenzó desde niña, con un padre violento que la obligó a huir de su casa para buscar trabajar en Tijuana, ciudad fronteriza con Estados Unidos. Luchó por acomodarse en cualquier trabajo que pudiera hacer, hasta que llegó a un hotel en el que el dueño del lugar la ayudó a crecer laboralmente. Pasó noches disfrutando como espectadora de lo que ella llamaba “catrines negros”, con sus “tacuches” blancos bailaban y disfrutar de las veladas del hotel. Años después regresó a la ciudad de México para enfrentarse a un padre que la recibió con revolver en mano, un hombre que a pesar de sus ganas de asesinarla, no puedo enfrentar la “braveza” de aquella que fue una pequeña niña indefensa. Formó una bella familia y al día de hoy sigue enfrentando el mundo con ese coraje que la representa.
Tía Mariana Nava Vázquez, postal que recibió mi papá de mi tía durante su estancia en Tijuana.
Y por último y no menos importante, mi tía Carmen Sámano Pineda, “agregada cultural”, de la familia Nava, como suele decirse ella misma. Es una mujer noble, que de tonta no tiene un pelo. Desde pequeña aprendió que si ella deseaba algo debía obtenerlo por si misma. Estudio en la Normal para convertirse en educadora y conseguir dinero lo antes posible, ella sentía la obligación de que su mamá no debería trabajar ni un día mas para sacarlos adelante: a ella y a su hermano. Años después el mundo de la academia la apasionaría y desde ese momento fue escalando peldaños en la UNAM. Primero, buscó entrar como estudiante de la UNAM, en donde sólo la facultad de Filosofía y Letras en la carrera de Geografía la aceptaría por sus estudios básicos y al final terminaría como una de las académicas más reconocidas de la universidad. Poco a poco aprendió a valerse por si misma y a jamás depender de nadie y con ese ideal formó una familia y repartiendo su tiempo como académica, esposa y madre, nunca descuidando sus tareas en ninguno de estos roles. Hace unos años su esfuerzo fue premiado por la UNAM, le otorgaron la medalla “Sor Juana Inés de la Cruz” por su maravillosa tarea en la docencia, la investigación y la difusión de la cultura. Hoy en día, a pesar de estar jubilada, entrega su vida a todos aquellos alumnos que necesitamos de asesoría en nuestra tesis. Pero a mi, ella me ha regalado su tiempo y su cariño, para enseñarme como una mujer liberada puede, cumplir sus sueños, abrirse camino entre los terrenos pantanosos de los hombres y hacerse el amor así misma.
Medalla sor Juana de mi tía Carmen. En el rectorado de José Narro.
Hoy, quiero invitar a todas las mujeres que me rodean a “hacerse el amor solita”. Tenemos que amarnos más a nosotras mismas antes de permitir que se nos auto imponga un rol o una etiqueta. Cada una de nosotras debe aprender a darse felicidad: comiendo un postre, leyendo un libro, comprando ropa, disfrutando de una película, siendo madre, cuidando a sus hijos, decidiendo estar soltera o vivir en union libre. Cada una de nosotros tiene derecho a elegir que hará de su vida.
Y gracias a todas las mujeres de mi familia y a las que no lo son, por que hoy me han dejado un camino trazado, lleno de oportunidades, que yo como mujer seguiré trazando para que, mis sobrinas, hijas, nietas y toda mi descendencia, tengan más de lo que yo tuve y logren de una vez por todas acabar con la marginación de la mujer.





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