Cinco pubertas de entre trece y catorce años, todas perfumadas, “alaciadas”, “entaconadas” y bien maquilladas, se asomaban por el pequeño espacio que mantenía abierta la enorme y pesada puerta de nogal. Deya, Sophi, Mariela, Sandy y yo, estábamos paradas afuera de uno de los enormes salones del Residence. Una maravillosa casona antigua en el Obispado, convertida en el lugar más soñado por las “niñas bien” de Monterrey para celebrar su fiesta de quince años. No podíamos creer la belleza del lugar, parecía que aquel salón era sacado de un cuento de hadas.
Una vez más, se nos había hecho tarde, habíamos pasado parte del día arreglándonos, porque como mi mami decía que “las jovencitas de mi edad, ya debían parecer mujercitas”, no podíamos salir de casa sin si quiera haberlo intentado.
Primero, pasamos por las manos de mi hermana Gabriela, quien a su modo, nos maquillaba capa sobre capa, según ella para hacernos parecer al menos de 16 años. Después, seguían horas frente al burro de planchar, porque literal, nos planchábamos el cabello, una a la otra, con la plancha para la ropa. El olor que despedía la pancha cuando calentaba nuestro cabello era horroroso y corríamos el peligro de ir con una enorme marca en la cara si una de nosotros se distraía y quemaba a la otra. Así que después de mucha práctica y de acostumbrarnos al olor, aprendimos a tolerarlo y a no quemarnos, ni la cara, ni las orejas, ni el cuello, todo para dejarlo lo más liso posible.
Por último y el paso más difícil, era buscar que ponernos. Toda la semana pasábamos planeando aquel “outfit” ideal para noche. Ibamos de compras a alguna plaza, veíamos video en MTV para copiar a alguna de nuestras cantantes favoritas o intercambiamos ropa y zapatos entre nosotras, hasta quedar lo más chulas posibles, pues estábamos seguras que cada noche de quince años había la posibilidad de bailar con el príncipe azul que después se convertiría en tu novio, y quizá, hasta en el amor de tu vida. Ah… que fácil era ser una adolescente.
Una noche cualquiera, en algún "quinceaños" en el año 2000.
Pretendimos pasar por aquella pequeña rendija en la que estábamos asomadas, mientas Brenda, la quinceañera, estaba en medio de la pista lista para bailar el primer vals con su papá. Toda la semana en el colegio, nos aburrió diciendo que bailaría la canción de Stand By Me de The cause, con su papá y que el mejor “DJ” la mezclaría para que se escuchara impresionante, ella aseguraba que no olvidaríamos su fiesta de quince años. Y en verdad no lo olvidaríamos…
“When the night has come
When the night has come and the land is dark
When the night has come
When the night has come and the land is dark
And the moon is the only light
And the moon is the only light
And the moon is the only lightwe will see”
Empezó a sonar la canción en todo el salón y justo cuando terminó el intro, Sophi intentó abrir un poco más la puerta, pero su zapato se atoró en el borde de esa maldita alfombra color marrón y su tobillo se dobló. ¡Demonios!, no lo logramos. Sophi cayó de cara contra el piso y empujó con todo su cuerpo ambas puertas, dejándonos al descubierto. Ella en el piso y nosotras cuatro paralizadas en medio del marco de la puerta, con todas las miradas sobre nosotras. ¡Sabía que no era buena idea usar zapatos tan altos!, ¡ah, pero como nos aferramos a usarlos si ni sabíamos caminar con ellos!, ¡parecíamos pollos espinados!
Como pudimos, levantamos a Sophi del suelo y corrimos a escondernos en la mesa más lejana del salón. Sentíamos que los invitados nos seguían con la mirada, cuando de repente, alguien jaló del brazo a Shophi,. Era Fernando, el hermano mayor de Sophi, aquel amor platónico de todas las niñas del colegio. Él y sus amigos nos esperaban desde hace un rato, en una enorme mesa redonda con suficientes lugares para todas.
Estábamos tan nerviosas y apuradas por escondernos de los invitados después del “osote” que habíamos hecho, que inmediatamente ubicamos las sillas vacías y nos sentamos. No nos dimos cuenta ni donde ni como. Deya, Sophi, Mariela y Sandy, se sentaron juntas frente a mi, estaban tan lejos que no me podían escuchar, ni yo a ellas. En eso, oí una voz muy cerca de mi oído que me preguntaba: ¿por qué una linda muñequita está tan sonrojada, sí la que se cayó fue Sophi?. Inmediatamente mis oídos se sumergieron en el silencio profundo de mi cuerpo, sólo podía sentir como mi corazón latía más fuerte y mi cuerpo hormigueaba, la música se escuchaba tan lejos y todo frente a mi se nublaba.
Giré mi cabeza lentamente sobre mi hombro derecho para encontrarme con los ojos más hermosos que jamás había visto en la vida y con esa sonrisa tan encantadora me dijo: ¡hola, soy Roberto!, ¿cómo se llama la niña de la que me acabo de enamorar?
¿Que onda conmigo?, me quedé congelada, no sabía que contestar, un montón de cosas pasaban por mi cabeza, ¿me estaba hablado a mi?, ¿no me estará confundiendo con alguien más?, ¿se me habrá corrido el maquillaje?, ¿Gabriela me habrá dejado tan fea que se está burlando de mi?, ¿me vio hacer el osote del mundo y aún dice estar enamorado de mi?, ¿cómo puede decir que está enamorado de mi?, ¿será que existe el amor a primera vista?…
Creo que fue evidente que me quedé pasmada, porque mientras yo estaba enfrascada en mis mil preguntas, pude sentir como tomó mi mano, y lentamente la llevo a sus labios para besarla y volvió a preguntar mi nombre. Mi corazón cada vez latía más fuerte, creo que en mi pecho había una fiesta a la que yo no había sido invitada. Sentía que mi piernas se doblaban, si hubiera estado parda seguro me hubiera caído o hasta habría perdido mis calzones. Bueno, en realidad no iba perder mis calzones esa noche, por que como decía sor Juanita: “una mujercita de familia, nunca se le deben de perder los calzones, porque jamás se los quita”. Que ilusa era…, si supiera que a más de una de sus maravillosas alumnas, no se les han perdido porque no necesitaban quitárselos para que les metieran mano…
Un montón de cosas siguieron pasando por mi cabeza, mientras sus hermosos ojos negros, parecidos a dos grandes almendras, me miraban fijamente esperando una respuesta. -Me llamo Diana- le respondí. ¡Por fin!, después de tantos nervios pude abrir la boca para decirle mi nombre. Y en ese momento supe que todo había “valido queso”, habíamos comenzado una danza tan romántica que parecía que los dos sabíamos bailarla perfectamente, una larga noche de risas coquetas, piropos lindos, pláticas bobas y roces de manos.
Ya casi eran las once cuando se sintió aquella inmensa emoción en todas las niñas y niños del salón. Sonaba el acordeón de Beto Zapata, “prendiendo” a todos en aquél lugar. Todos corrieron a la pista, Roberto tomó mi mano, me jaló a la pista y comenzamos a bailar. Tenía mi mano derecha bien agarrada de la suya, marcando el tun, tun, tun, de las baquetas, mientras su mano izquierda me tomaba por la cintura y yo con mi mano izquierda tomaba su hombro.
Recuerdo la emoción con la que cantaba:
“Porque paso a pasito te vi venir,
como un ángel del cielo mandado a mi,
poco a poquito te sonreí,
como estrella fugas yo te vi partir”
Me derretía en sus brazos bailando, cuando me di cuenta que ya era hora de irme. Mi papi había quedado de pasar por nosotras a las once y ya nos esperaba en el estacionamiento. ¡No puede ser! La noche había sido tan corta y ya me tenía que ir, pero no quería dejarlo, lo acaba de conocer, quería seguir bailando, ¿porqué la noche había durado tan poco?. No sabía nada de él pero ya me sentía enamorada, como toda niña de 14 años que siente que los latidos de su corazón son más fuertes que cualquier otra cosas en el mundo.
Me despedí tan de prisa que olvidé darle mi teléfono y él el suyo, creo que los dos estábamos tan embobados que no actuamos rápido. Como pude, busque lo más rápido posible a Deya, Sophi, Mariela y Sandy y nos fuimos. Esa noche me fue difícil dormir sólo podía pensar en aquella noche. Recordar sus ojos me ponía “chinita” la piel y me hacía sonreír como tonta.
Un día cualquiera durante un receso en el Colegio en el año 2000.
La semana en el colegio pasó muy lenta y los recuerdos de aquella noche me desesperaban, no sabía como encontrarlo, porque tengo que aclarar, que antes no existían las redes sociales. Encontrarlo habría sido lo más sencillo del mundo si hubiéramos tenido Facebook, pero ni si quiera correo electrónico tenía a mis 14 años, mi única esperanza era verlo de nuevo en alguna fiesta o conseguir su teléfono por algún medio.
Paso el fin de semana y el lunes, en cuanto llegue al colegio, llegó el momento que tanto esperaba. Sophi se me acercó en el recreo y me dijo: - ¿Te acuerdas del amigo de mi hermano?, ayer me pidió tu teléfono y se lo di. Me dijo que pronto te iba a llamar-. La noticia me volvió loca, esperé una eternidad a que llamara, aunque esa eternidad fueron dos días, para mi fueron horas las que pasé pegada al teléfono esperando que llamara.
Pasamos semanas hablando por teléfono, estábamos muy contentos por escucharnos a travez de la bocina de mi teléfono de hamburguesa. Hablábamos desde que yo llegaba del colegio hasta que mi mami iba y me exigía colgar. Después pasaba toda la tarde escribiendo en mi diario todas las cosas que nos habíamos dicho, no quería olvidar ni una sola de sus palabras.
Un día, como ya se había vuelto costumbre, llegué del colegio y recibí su llamada. Tenía el pretexto perfecto para volver a verlo. En el colegio estaban organizando un baile, uno de esos primeros bailes en los que nos dejarían invitar chavos y yo quería que Roberto me acompañara, me moría de ganas de volverlo a ver. Juro que cuando le dije, pude ver como saltaba de la emoción. Bueno… no lo pude ver, pero me imagino que sintió la misma emoción que yo, cuando en el colegio nos avisaron. La cita era el siguiente viernes por la noche en el colegio.
Durante toda la semana Deya, Sophi, Mariela, Sandy y yo planeamos nuestros “outfit”. Yo estaba tranquila hasta que Sophi me recordó que yo nunca había besado a nadie y me pregunto -¿qué demonios vas hacer cuando te bese?-. Inmediatemente se me vino a la mente la película “Never Been Kissed”, ella había llegado a ser adulta sin ser besada y yo no quería eso. Sophi tenia razón, yo no sabia besar, Roberto se daría cuenta que yo era una tonta sin experiencia, en cambio Sophi era una experta, ella ya hasta había dado besos de lengua y yo ni uno de piquito. ¿Qué se supone que iba a hacer?
Los días transcurrieron lento hasta que llegó el viernes, y yo estaba todavía más nerviosa que aquel día en que lo conocí. Mi mami paso a dejarme al colegio a las siete de la noche. Bajé de la camioneta y ahí estaba él, esperando en aquella hermosa reja de forja negra que rodeaba mi colegio. El estaba vestido como un Backstreet Boys, pantalón de mezclilla, playera celeste y camisa azul marino. Abrió la puerta de la camioneta y saludo a mi mami con un: “Buenas noches tía”, frase muy utilizada entre los adolescentes de la época.
Un baile cualquiera en el Colegio en el años 2000.
Bajé de la camioneta tomada de su mano, una pierna y después la otra, porque se me ocurrió ponerme un pequeño vestido color rosa, muy al estilo de Emma de la Spice Girls, que la verdad, aquí entre “nos”, no me mantenía protegida de los “aironazos”.
Le dije adiós a mi mami cuando ya estaba en pie, cerré la puerta de la camioneta y se fue. Roberto seguía sosteniendo mi mano y así entramos al colegio, atravesamos la preciosa reja negra de forja, caminamos por el pequeño jardín lleno de rosales blancos, de los cuales sobresalía la figura de María Auxiliadora. Creo que sólo esa noche, pude oler la maravillosa fragancia de las rosas de sor Conchita.
Llegamos hasta aquel pórtico, enmarcado por tres grande arcos de cantera pintada de gris claro, sostenidos por unas esbeltas columnas de cantera, también pintadas en color gris claro. En el fondo del pórtico, el muro era de ladrillos rojos, tenía tres vanos de madera, el primero de ellos era la puerta, una puerta de dos hojas, de madera pintada de blanco, con dos grandes cristales. Los otros dos vanos eran ventanales muy al estilo de una casa antigua: reja de forja y dos delgadas puertecitas que bloquean la vista al exterior. En una de las bancas antiguas, que estaba en ese bello pórtico, nos esperaban Clau y Viky para recibir nuestro boletos de invitados.
Algo tenía mi colegio esa noche, veía un aura que lo pintaba todo color de rosa, olían por todos los corredores las rosas de sor Conchita y todos los asistentes se veían tan guapos y guapas que parecía un baile mágico.
La noche pasó de canción en canción. El baile, obviamente, tenía que abrir con una canción de Intocable y por su puesto, esa era: “Soñador eterno”
“Y me volví un romántico
Un soñador eterno
Que para verte las horas se hacen eternas
Cuando te quiero hablar me gana la vergüenza
Me paso todo el día pensando
Que te voy a decir”
Así paso, Pesado, La firma, Bobby Pulido, Limite y otros más, durante toda la noche, nadie se detenía, todas estábamos muy emocionadas con la pareja que habíamos llevado. El gran patio esta lleno de parejas que le zapateaban “duro y tupido”, muchos otros bailaban como “trompitos” por toda la pista y unos pocos eran observados fijamente por sor Juanita, ¿cómo en su presencia se atrevían a tocarse de más o acercar tanto sus cuerpos “pulcros”?. Es chistoso recordar como sor Juanita hacía su labor como, un águila que veía a su presa y atacaba. Se acercaba a la pareja y metía su manitas entre los cuerpos, a fin de separarlos al menos 30 centímetros, y nada de andarse besando frente a ella. Aún sabiendo que ella estaba presente, algunas, que eran más atrevidas, se escondían mas allá del patio cubierto para besarse y si se podía, acaricierse el cuerpo sobre la ropa.
La noche se terminó y como de costumbre todas nos iríamos a casa de Sophi para platicar nuestra noche, pero Roberto y yo no queríamos que la noche terminara aún, así que nos escapamos caminado a la “Macro”: así le decimos los regios a la Macroplaza.
La macro siempre guardó para mi, los más bonitos recuerdos de mi papi y mi mami como pareja. Muchas noches de veranos mientras Gabriela y yo paseábamos en cochecitos eléctricos, yo veía como mis papis se tomaban de la mano, se abrazaban y besaban con mucho amor, y quizá esta vez me tocaría a mi ser parte de una bella pareja que se demostraba tanta amor.
Caminamos tomados de la mano frente a: la Catedral Metropolitana, primera iglesia de Monterrey, con una mezcla de estilos arquitectónicos, neoclásico y barroco; el Museo Metropolitano de Monterrey conocido, por su arquitectura netamente norestense, y por ser el primer edificio que albergó la autoridad máxima de la ciudad, iniciando su construcción desde 1612.; el faro del comercio, diseño de Luis Barragán para conmemorar el centenario de la Cámara de Comercio, mejor conocido por los regios como “el rayo láser”, o el némesis de la “suavicrema” de Reforma en la ciudad de México.
Y por último llegamos a la Fuente de Neptuno, el lugar más bello para que mi sueño de “puberta” se realizara. Es una maravillosa fuente con esculturas como la de Neptuno, quien montado en un carruaje manipula a un par de caballos, supongo yo, marinos. También están dos esculturas de un niños, uno sostiene un pez y otro un cuerno de la abundancia. Esta fuente fue pensada para conmemorar el plan hidráulico para abastecer de agua a Monterrey en 1984.
Corría un ligero viento que se esparcía como fresca brisa por agua que brotaba del carruaje de Neptuno, cuando Roberto me tomó de la cintura y me acercó a él. El momento había llegado, me iba besar y se iba a dar cuenta que era una “jamas besada”. Poco a poco fue acercando su cara a la mía, sus ojos estaba cada vez más cerca, mi corazón latía y mis manos sudaban; vi como esos grandes ojos se cerraron mientras se cercaba más y me disponía a hacer lo mismo, pero…
¡Ring, ring!, ¡ring, ring! En ese momento sonó el celular que traía en la bolsa. Mi mami había insistido en que me llevará su celular porque no confiaba en que yo fuera con un niño que ella no conocía al baile del colegio. ¡Plop! Eso rompió la burbuja en el que estábamos flotando Roberto y yo. ¡Ring, ring!, ¡ring, ring! El celular no dejaba de sonar y a mi me alteraba mucho pensar que mi mami supiera que me había salido del colegio sin mi amigas, y que me había ido con el niño al que ella le tenia tanto miedo. No quería contestar pero era peor hacerla esperar, mi mami se enfurecería más. Me armé de valor abrí mi bolsa, saque el pequeño Nokia-8260-2000 y le conteste.
Fue cuestión de minutos para que mi mami se presentara frente a la fuente en su camioneta roja, que yo en ese momento veía como el vehículo del diablo. Me subí y lloré todo el camino a casa, pues mi mami me venía hechando una “letanía”, casi tan larga como aquella vez que rezamos el rosario en casa por que a mi mami recibió la carta profética de la Virgen de Fátima.
En ese momento me prohibió volver a Roberto y también recibir llamadas de él, ella decía que él no me convenía que no era de mi mismo nivel y que él no lograría nada en la vida; que era feo y como iba a andar con él, yo: una niña en la que se había esforzado mucho para educar, con un niño que no tenía un futuro prometedor. Mi corazón se fue rompiendo más con el paso de los días, mis amigas platicaban de lo bien que les iba con sus novios, de lo que les regalaban el 14 de febrero, de las flores que recibían en sus cumpleaños…y yo? nunca volví a ver a Roberto. Aunque años después el juicio que mi mamá me había infundido hacía Roberto, cambio. Lo encontré por casualidades del destino como 15 años después, en LinkedIn, vivía en Francia y era uno de los violines principales de la Orquesta Nacional de Francia. Después de todo no sería un “don Nadie”.
A mis 14 años, mi corazón estaba roto y para entonces yo creía que no había cura. Hasta que un día mi mami me sorprendió con el mejor regalo de cumpleaños: un viaje a San Antonio para ir a un concierto de los Backstreet Boys. Esa también fue una muy buena experiencia de mi adolescencia. Pero de esa les hablaré después…
Pasé mi adolescencia y mi juventud sin poner de nuevo un pie en la "macro". Hasta que tuve la oportunidad de mudarme a la ciudad de México para estudiar un posgrado. Ese día, domingo, 26 de mayo del 2013, al tomar ésta fotografía, me volví a parar frente a la fuente de Neptuno, y pude sentir de nuevo, como me envolvía la brisa que emanaba la fuente, pero esta vez, el calor evitaba que sintiera el frescor del agua.
Fotografía de la fuente de Neptuno, tomada el domingo, 26 de mayo del 2013.
En ese momento mi cabeza se llenó de un puñado de recuerdos. No pensé que los recuerdos de mi papi y mi mami, de Roberto, de mis abuelos, de mis tíos y de mis primos, me llenarían de tantos sentimientos, pero pude sentir como mi corazón se llenaba de una gran satisfacción y felicidad y brotaron unas lagrimas por mis mejillas desencadenando en mi un llanto inconsolable del que sólo quedaron unas pequeñas “manchitas” en mi playera.
Cada lágrima me hizo darme cuenta que la Macro siempre formaría parte de mi memoria y que los momentos vividos en ella me harían luchar para que no volviera a suceder tal masacre de patrimonio arquitectónico. Las 40 hectáreas llenas de monumentos históricos que habían sido destruidas para poder construir edificios como: el Museo de Historia Mexicana, el Museo del Noreste (MUNE), el Jardín Hundido, el Condominio Acero, el Teatro de la Ciudad, la Biblioteca Fray Servando Teresa de Mier, el Museo de Arte Contemporáneo (MARCO), la Fuente de Neptuno, no fueron protegidas por nadie y ahora yacía bajo ella.
Imaginé como la memoria de un puñado de regiomontanos perdieron sus más bellos recuerdos cuando en el año de 1979, por iniciativa y beneficio del gobernador del estado de Nuevo León, Alfonso Martínez Domínguez, aunado a los intereses del arquitecto Agustín Landa Vértiz, convirtieron el centro histórico en toneladas de escombros. Esta destrucción masiva y la falta de armonía del nuevo proyecto con los restos del centro histórico, fue sólo uno de los aspectos controversiales de tan monumental proyecto. También se puso en tela de juicio la funcionalidad del espacio público así como del proyecto urbano, por que la “macro” es un espacio dividido en varias explanada, donde ninguno de sus espacios goza de algún tipo de articulación. A su vez, se argumento de manera negativa la degradación del paisaje físico y social del entorno y sobre todo se dudó de que la utilización de inversiones de capital público fuera empleada con honorabilidad.
La Macroplaza fue un proyecto polémico, pero hoy, ya es parte de la memoria de las intervenciones urbanas en México durante el siglo XX. Es por ello, que aunque pudiera seguir mencionado todos lo sinsabores que provocó esta construcción, hoy mas bien, quiero proponer que tomemos la Macro Plaza, como el ejemplo “vivo” de la importancia que tiene fomentar la gestión del patrimonio regiomontano, para que cuando se pretenda satisfacer las ambiciones ,económicas o de cualquier otro índole, de algunos cuantos a travez de la destrucción de nuestros inmuebles patrimoniales, tengamos en nuestras manos el conjunto necesario de acciones para dirigir, administrar y proteger el patrimonio regiomontano.
*A continuación otras fotos tomadas, el domingo, 26 de mayo del 2013.
*A continuación otras fotos tomadas, el domingo, 26 de mayo del 2013.
**A modo de nota quisiera compartir dos video que están en YouTube. El primero de ellos habla sobre del desperdicio que fue construir la Macroplaza y el segundo expone las fotografías del antes y después de la obra.que los disfruten.









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