Lunes, 31 de agosto de 2017. En la obscuridad casi cegadora de una sala de espera, estaba sentada en un enorme sillón. En un espacio que entre penumbras dejaba ver un cuarto forrado de piso a techo con pequeñas maderitas tan angostas casi como una regla, con estilo muy ochentero, pero las pintadas de blanco, supongo yo, para quitarle lo avejentado; un piso falso que aparentaba ser duela, elecolor gris claro le daba al espacio un poquito de clase.
Estaba tan nerviosa, que frotaba mis manos y chocaba mis pies; tan emocionada, porque ya quería saber que iba a hacer y a quienes iba a conocer; somnolienta, porque después de varios años me volvía a despertar temprano; y medio cruda, porque el fin de semana había celebrado, mi cumpleaños y la gran noticia de tener un trabajo nuevo. ¡Así mero! Como lo están leyendo, por fin, después de meses de estar buscando, encontré trabajo. Me unía nuevamente a las largas filas de Godinez en éste país. Aunque debo admitir que en ese momento no sabía ni lo que era un godín, a pesar de que lo había sido toda mi vida laboral.
Esa mañana desperté a las 5:30 de la mañana, me bañe, medio me arreglé el cabello y me vestí. No recuerdo exactamente cual fue mi ajuar, pero si sé que era el día perfecto para elegir mis botas favoritas, mis lindas botas vaqueras. Preciosas y lustraditas, como me había enseñado mi papi desde el colegio con mis pequeños bolillos. Ese día era tan especial que mis botas de la suerte eran la mejor idea. ¡Pobre de mis botas! Poco tiempo duraron siendo de la suerte, porque meses después, el 19 de septiembre, las usé, y recuerdo perfecto que mientras evacuábamos el lugar podía escuchar el ¡Pah!, ¡Pah!, ¡Pah!, de mis botas que chocaban contra la duela, porque los movimientos del terremoto me hacía perder el piso, literal, el peor terremoto que pude haber vivido en la ciudad de México, me mantenía en el aire para luego hacerme caer parada y golpear el piso con mis pies. Pero esa, es otra historia…
Anyway… Después de esperar como veinte minutos, pude ver, en la obscuridad de mi espera, cómo tres personas se dirigían hacia mi, Toño, Evelyn y Daniel, salían de la puerta de cristal que estaba frente a mi. Aquella puerta, sería mi entrada y salida diaria, mi acceso a un mundo nuevo y a una vida diferente, mi alternativa a un salario fijo y “estable”, y sobre todo el medio para conocer a un montón de gente especial. Aprendí a socializar y a fraternizar con el mejor grupo de amigos, aquellos que hicieron de esa oficina, el lugar más fenomenal del mundo, a pesar de la presión del trabajo, y aquellos que desde entonces han hecho mis días en la ciudad de México la mejor experiencia.
Toño, Evelyn y Daniel me llevaron a la sala de juntas para explicarme el proyecto en que trabajaría. Durante mi proceso de entrevista yo ya había estado en ese lugar, así que no me causo ningún interés recorrer el lugar con mi mirada, ni me asombro el uso de un enorme vidrio como pizarrón, ni mucho menos me atrajo la explicación del proyecto que me enseñaban a través de una pantalla que colgaba del muro. Mi atención estaba en la pequeña Evelyn y el sonriente Daniel. Ambos, según yo, no pasaban de 25 años y yo estaba acostumbrada a trabajar para viejos y con viejos, me causaba mucha intriga y miedo, trabajar con jóvenes, porque parecían más jóvenes que yo, me preocupaba mucho cómo sería aquella dinámica.
La explicación terminó y yo cada vez, estaba más ansiosa por empezar, entrar a la oficina, y conocer mi lugar, mi silla, mi computadora y a mis compañeros, porque aunque no puse mucha atención, entendí perfecto que iba a ser parte del equipo de Evelyn y Daniel, y ambos ya me daban buena espina.
La primera Mesa Cool, foto tomada a finales del 2017
Y así comenzó todo…
Nos levantamos de las ricas y cómodas sillas de la sala de juntas y me invitaron a seguirlos. ¡Por fin atravesé la puerta de cristal! Iba caminado por el pasillo, delimitado por el mostrador de la recepción y por un pequeño mueble color blanco. Pude ver aquella oficina como en un gran galería, en la que estaban dispuestas tres largas mesas, en las que cabían al menos cuatro por cada lado y al fondo los dos grandes escritorios de los jefes, ¡era un montón de gente!
Seguimos caminado derecho y detrás de un gran librero en el que estaban todas las impresoras y el plotter, llegué al que sería mi lugar por unos meses. Ahí me presentaron con: Daniela, Leonardo, Gabriela, Diana y Adrián; Daniel y Evelyn venían caminando conmigo desde la sala de juntas y ellos se sentarían a lado mío, todo parecía perfecto y así lo fue por mucho tiempo. Tengo que admitir que fue extraño llegar a un lugar nuevo y no conocer a nadie, pero con el paso de los días me fui acoplando y haciendo amistad con todos los de la mesa, incluso, hasta los que estaban en otras mesa como Álex, solo por mencionar a los mas cercanos.
Cumpleaños de Daniela en la oficina, agosto del 2017
Al mes de estar trabajando ahí me di cuenta que había una constante en la oficina, la continua rotación del personal. Gente entraba y gente salía para no volver jamás. Así pasó con muchos compañeros de la oficina y con algunos de la mesa. Leo y Adrian se fueron para titularse y en su lugar llegaron Tomás y Alberto; y en la oficina llegaron nuevas personas como Cecy, Jess y Erick. Ese ir y venir de las personas en la oficina siguió hasta el día de hoy. Pero en mi mesa, mejor conocida como “la mesa cool” empezaba a surgir algo. Cada vez nos uníamos y más, salíamos más y nos apreciábamos más.
Es indescriptible la manera en la que se fue configurando el grupo porque ya no sólo éramos los que nos sentábamos en la mesa si no que más bien la mesa se volvió el punto de reunión de muchos en la oficina y aunque cada uno es distinto, cualidades y caracteres muy diversos, aún así logramos integrar una familia muy bonita.
Todos los integrantes de la oficina, septiembre del 2017
Pero llegó el día en el que la realidad de las rotación contaste me alcanzó a mi, y me tuve que ir. Se me dio la oportunidad de estudiar un doctorado, algo que había deseado desde que inicié mi carrera como arquitecto y no podía renunciar a esta oportunidad tan maravillosa. Quería seguir en la oficina al menos por medio tiempo, pues no quería dejar los proyectos ni a mis nuevos amigos, pero los jefes no me dieron la oportunidad. Primero, la dueña me trato como si fuera un indigente que le esta pidiendo una limosna por limpiarle el parabrisas, segundo me dijo que no tenía tiempo para atender mis peticiones y tercero me ofrecían un salario por debajo de lo que se paga a un practicante, siendo yo, una maestra en arquitectura titulada. Tal parecía que lo que yo le pedía le estuviera quitando la comida de la boca.
Creo que detrás de su mala actitud se escondía una excesiva falta de autoestima. El que yo estuviera sobre calificada la intimidaba y no era la primera vez que lo sentía. Siempre en nuestras platicas evidenciaba su falta de preparación y de conocimiento, no sólo de la arquitectura si no de la vida misma. Como aquella vez en la que dijo que todas las personas del mundo deberían tener un “Smart” como auto, porque según ella así se solucionarían todos los problemas del mundo. Sin miedo y con la extrema honestidad que me distingue le pregunte, -¿no crees que mucha gente antes de gastar millones de pesos en un auto preferirían tener que comer?- Espere por unos minutos su respuesta y de su boca no salió ni un ruidito, seguramente desde ese día me empezó a odiar. Pero ese desprecio era generalizado, la falta de preparación de ella y su esposo, era tan notoria, porque cada vez se volvía más evidente el trato hosco que tenían hacia los trabajadores que les recordaba su ignorancia. Incluso me atrevería a asegurar que desconocen todo a lo que se han dedicado su vida entera, porque siempre han tenido quien les haga las cosas.
Así que ese lunes, 26 de febrero del 2018 me “fui por un jugo” y no regresé. No me pude despedir de todos aunque lo intenté. Lloré todo el camino a casa porque pensé que ahí se terminaba la amistad, no volvería a saber más de ellos y pensé que su amistad se iba a esfumar. Pero sobre todo lo difícil fueron los siguientes días. Me había vuelto una adicta a su compañía, a su amistad y a su cariño que los extrañaba en cada momento del día.
Divertidísimo viaje a las "estacas", junio del 2018
Extrañaba a mi querida Evelyn, a quien yo apodé “la patroncita”, o la que me gustaba gritarle por la oficina ”Evelíííín”. Por mucho tiempo la consideré la mejor jefa que pude tener, incluso hoy aún lo creo así. Con ella podía platicar de todo, aunque aprendí a leerle los labios porque era tan discreta que era difícil escucharla. Trabajamos por largo tiempo en equipo y me enseño la gran pasión que tenía por su trabajo y la enorme vocación que tenía para la arquitectura. Siempre fue muy humilde y jamás se sintió o me trato como su subordinada, si no todo lo contrario, nos tratábamos como iguales y nos complementábamos en los trabajos que entregábamos.
A Daniel, siempre lo recordaba cantando y sobre todo esta canción:
“Voy buscando una lady,
Como tú la quiero así,
Quiero que te enamores
Como estoy yo de ti”
Solo él podía hacer hablar hasta las piedras. Siempre llegaba e irradiaba felicidad, saludaba a toda la oficina de beso y abrazo y hasta después de saludarnos a todos podía empezar a trabajar. La oficina sin él era el silencio total, de esos silencios que hasta molestan y te hacen sentir un ambiente hostil. Él me enseño que toda la comida se puede compartir y lo enamorado que puede estar una persona del diseño arquitectónico, él sabe el nombre de cada arquitecto famoso en el mundo, sabe el nombre de todas las mejores obras en el mundo y hasta sabe los detalles más mínimos de cada obra. Cuando dibuja en Autocad él es de los pocos que le interesa no tener rayas encimadas o que no estén cerradas. Y lo más importante es que es una persona muy sensible.
A mi querido Tom. De él extrañaba voltear y descubrirlo hacerme caras por una pequeña ranura que quedaba entre nuestras computadoras, extrañaba salir por el pan y café al Sanborns y sobre todo extrañaba las sorpresas que me causaba cuando llegaba lentamente a mi lugar y me decía muy bajito al oido: “Quiero ser tu héroe”. Como me mataba de risa. Él me enseñó, a no ser tan aprensiva con las cosas, tratar de ser más despegada de la gente y comprender los demás tiene una vida y a veces no sabes de ellos por algunos días, pero no quiere decir que no quieran que yo este en la vida de ellos, con el compartí las mejores películas en la Cineteca y miles y miles de kilos de palomitas. Y aunque luego no es muy expresivo se que me quiere mucho.
A esa Daniela. Jamás en la vida había conocido a una venezolana, y me causo la mejor impresión de ellos. De ella iba a extrañar la seguridad con la que se contoneaba por toda la oficina, ella se sabía hermosa y lo demostraba con su andar. Pero no era esa niña tonta que esta sentada en su lugar por bonita, es una mujer que ha sabido ganarse su lugar y el respeto de todos, ella es de las mujeres que lleva el sartén por el mando y además es una mujer muy dulce. No le molesta ni le incomoda mostrar sus sentimientos y no se detiene para tenderte la mano. De ella aprendí que aunque no sepa como resolver un problema, ella se pone los pantalones y enfrenta a quien sea para solucionarlo, Le vale madres no saber que es un UPS, pero ella le exige que este en los planos y en la obra.
Simple reunión sin pretexto alguno, mayo del 2018
Mis caminatas con Alberto por la calle, porque me hacía sentir como una niña bien. Él es de los niños que jamás ofendería a una mujer y mucho menos la dejaría ir por la orilla de la banqueta. Es aquel que sí en la calle ve a una chica caerse de su bicicleta corre a levantarla y asegurarse de que todo esta bien. También es ese que siempre viste formal, la comodidad para él es vestir todos los días de saco pantalón. De el aprendí un montón de trucos en Autocad, y a volver a mi computadora más rápida. También aprendí que puedes ser una persona muy servicial y atenta con todas las personas y que esto también se puede aplicar a tu trabajo. Él se ha aventado a hacer proyectos sin conocer nada de ellos pero nada lo detendría, el quiere aprender y esta dispuesto a hacer lo que sea por participar y enriquecerse con conocimiento.
A Diana, mejor conocida como Diana Luz. Tardé meses en darme cuenta que era un apodo por ser la encargada d el iluminación en el despacho. Su trabajo en la era tan importante como arquitectura e interiores pero es poco valorado, tanto que le encabrona no tener ayudantes fijos, porque a los jefes no se les antoja. Justo eso fue lo que aprendí de ella, cuando valoras tú trabajo, enseñas a los demás a que lo valoren. Y además ella sólo dedicaba sus ocho horas de trabajo a la oficina, ni una más ni una menos, ella no estas dispuesta regalar su tiempo de ocio por unos cuantos pesos o por un poco de reconocimiento de los jefes.
Al sabroso de Álex ¡ja ja ja ja ja! de el iba a extrañar sus abrazos, con esos enormes brazotes te envuelve y te aprieta casi como si quisiera sacarte los ojos. Su cariño lo demuestra con una linda sonrisa y con ese estrangulamiento de sus abrazos. Le fascina tomarnos fotos y videos a donde quiera que ibamos, él tiene el registro de todo lo que hemos hecho, incluso de aquellos osos que ni nosotros nos dimos cuenta que hicimos. Es el mejor renderista que conozco, tiene una sensibilidad impresionante para lograr realismo en las imágenes que en verdad te transporta a los espacios. De el aprendí que se puede tener una pareja y jamás dejar de compartir con los amigos, sabe poner los límites exactos a sus pareja y hasta nos los comparte.
Viaje a Veracruz para nuestra posada navideña, diciembre del 2017.
Erick el es el único que entendería quien es mi esposo platónico y mis apellidos de casada. De él iba a extrañar que me buscara durante todo el día para echarnos unas risotas que se oían hasta el estadio azul. El aunque muy serio le encantaba estar con nosotros e incluso aprendí a platicar con el aunque sus palabras son muy pocas. Él me enseño que hay problemas que es necesario llorar para superarlos y que con el paso del tiempo se vuelven más ligeros. Su dedicación al trabajo es impresionante, porque a pesar de que durara un rato platicando conmigo más escuche que no entregara nada a tiempo y mucho menos que se quedara más tiempo porque no había terminado.
A Gaby, alias cachito. Aunque al principio no hablaba, después descubrí que tenía voz, y que era muy divertida. Ella decidió trabajar siempre medio tiempo porque estaba segura que si trabajaba más tiempo sería explotada como muchos otros en la oficina, estaba segura que todo iniciaría como un pequeño favor hasta que se volviera obligación amanecérsela en la computadora de su escritorio. Y eso se lo aprendí a ella, los límites no sólo se le deben de poner a la pareja o la familia, si no también a tu lugar de trabajo porque cuando tus jefes brincan esos límites te faltan al respeto y pierdes más tu, porque cuando sales no puedes disfrutar del tiempo libre para tener una vida fuera de la oficina.
A la Jess, porque ella era la que movía el pandero, ella planeaba todo y organizaba a todos. Ella era quien hacía posible todos los viajes, vacaciones, comidas y posadas. Incluso hasta sabía ir a parisina a hacerle mandados a la jefecita. A ella le pude aprender la gran paciencia que tuvo con el jefe, porque tengo que decirles que ninguna asistente duro más que ella. Todas huían de la prepotencia, misoginia, y acoso del jefe y ella con toda la entereza de una mujer empedrada logro hacer su trabajo y sobresalir de entre todas las que ocuparon su puesto. Además tendría que agregar que a pesar de ser una niña guapa jamás se dudó de su potencial como muchos otros lo haría.
A la peque de Ceci. Cuando ella entro, yo tenía muy poco de haber entrado y se unió al equipo conmigo y la patroncita. Ella supo aprender rápidamente a hacer planos, y a utilizar los sistemas de representación gráfica que se manejaban en la oficina y eso se lo admiro. No le costó mucho integrarse al equipo y mucho menos al grupo e la mesa cool. Y además en el camino se nos enamoró de un chico de la oficina. Ese es otro aprendizaje que me llevó, saber separa las cosas de trabajo de las personales es algo que se debe saber hacer, para evitar conflictos en la oficina y ella lo ha hecho y de muy buen modo.
Aunque fueron pocos los días que transcurrieron fuera de la oficina, para mi ya eran una eternidad. Pero me morí de felicidad cuando me contactaron por nuestro grupo de WhatsApp para reunirnos y que pudiera despedirme con todas las de la ley. Así que quedamos en comer en nuestro lugar, pizzas al dos por uno todos los jueves. Ese día me propuse, no descuidar su amistad, pues los días que estuve lejos me sentí fatal y estaba dispuesta a conservarlos cerca de mi durante el tiempo que se pueda, así que desde entonces, “Mesa Nápoles”, ha sido el lugar de reunión, de muchas comidas, celebraciones de cumpleaños, y un sin numero de motivos, por que los pretextos sobran.
Posada navideña, diciembre del 2018.
Con ellos conocí estos colectivos gastronómicos, como que Mesa Nápoles, y me he atrevido a entrar a varios de ellos. Pero lo que más me sorprendió es que muchos de ellos fueron ubicados en edificaciones antiguas. Es decir, ahora estos colectivos, además de ofrecerte una diversidad culinaria y una buena variedad de diseño de autor en ropa, lentes y accesorios se han preocupado por establecerse en sitios de valor histórico para conservarlos y rehabilitarlos, es decir, se han vuelto un instrumento para la supervivencia de muchas edificaciones antiguas que fueron perdiendo importancia por los cambios de usos de suelo.
Como por ejemplo, el mercado Roma, el primero de la ciudad inaugurado en el 2014. Éste lugar guarda la historia del Bar Gran León, salones en los que se presentaban conjuntos de salsa y otros sones tropicales al rededor de la década de 1940. Otro ejemplo es el Mercado del Carmen muy cerca de la Plaza san Jacinto en San Angel. Este complejo logró rescatar una antigua casona colonial, que al ser rehabilitados sus dos pisos se logró instalar no sólo opciones culinarias sino también de vestimenta y hasta una óptica. Y no puedo olvidar mencionar la otra sucursal del mercado del Carmen, en Coyoacán. Ubicado en la calle Malitzin cuenta con la misma opción de mercado que ofrece el de San Jacinto.
Y este tipo de lugares me recuerda la permanencia de una tradición mexicana, los mercados. En Monterrey todos los mercados tradicionales han sido demolidos para ceder el lugar a edificio de otro tipo o con el mismo fin pero con una arquitectura muy distinta a la tradicional. Pero cuando llegué a la ciudad de México descubrí que aquí pervive una gran tradición. Hay un montón mercados públicos, municipales y ambulante, estos último también conocido como “tianguis” o “mercado sobre ruedas”.
Mesa Nápoles, febrero 2019.
Y es con los tianguis que inicia la historia de nuestros mercados. Se podría definir a estos mercados ambulantes como aquel conjunto de puestos que se instalan durante una horas del día, ya sea por la mañana, por la tarde o por la noche. Normalmente usan estructuras livianas de acero que pueden armar y desarmar y lonas de tela o plástico para cubrirse del sol, porque aunque nosotros podemos ver que la instalación en nuestra colonia o barrio es constante un día a la semana, ellos se instalan por diversas zonas de la ciudad el resto de la semana. Este ambulante tiene origen desde la antigüedad prehispánica.
En un principio estos mercados funcionaban con base en el trueque, esto es, el intercambio de elementos que eran valuados a modo de monedas, como por ejemplo: los granos de cacao, el maíz o hasta los animales. La diversidad de los elementos denotaba la cultura local tanto en lo que cambiaban como en la forma en la que se ofrecían los productos, y esto dependía claramente en lo que podían cosechar o los animales que podían criarse en las distintas regiones.
Al igual que el tianguis actual, los primeros mercados ambulantes de mesoamericana eran un conjunto de puestos armados es una plaza ya designada, éste lugar era determinado estratégicamente para cubrir distintas zonas de la región, pues a pesar de que había numerosos mercados ambulantes no eran los suficientes como hoy en día. Cabe mencionar que en ese momento había cierta organización dentro de los mercados, pues se trataba de agrupar los puestos según el producto que era ofrecido. Pongámoslo así, en un lugar se agrupaban todos aquellos que ofrecían granos, en otro aquellos dedicados a la venta de animales y así sucesivamente hasta integrar todo el mercado. También habría que mencionar que existieron mercados en los que se ofrecían servicios y hasta esclavos.
De este tipo de mercados ambulantes se pueden citar: el mercado de Tenochtitlán, el mercado de Tlatelolco, el mercado de la Lagunilla, el mercado de tacubaya, el mercado de Atenantitlan, el mercado de Azcapotzalco, entre otros.
Tras la llegada de los españoles la dinámica de estos mercados ambulantes no cambio mucho, ya que éstos se mantuvieron como puntos externos y los puestos continuaron siendo independientes dentro de las plazas. Los únicos cambios fueron el uso de la moneda y la desintegración de algunos mercados como resultado del sometimiento de algunas ciudades prehispánicas que jamás recuperaron la estabilidad económica y social. Como fue el caso de Tlatelolco que al ser conquistada poco a poco desapareció su cultura como pueblo y sus mercados fueron una de entre muchas otras cosas que se desvanecieron.
Poco tiempo después de la llegada de los españoles surgió la necesidad de regularizar a los mercados ambulantes y fue que se comienzan a construir los mercados regulares, conformados por espacios que son rentados y ocupados de forma individual por los comerciantes, que ofrecen todo tipo de productos desde verduras, hasta comida preparada.
Ahora estos tipos de mercados se pueden encontrar en pueblos, barrios o colonias por toda la ciudad dentro de grandes edificios, cercanos a lugares públicos de las delegaciones, como lo son el Mercado de Jamaica, el Mercado de Sonora, el Mercado de la Lagunilla, el Mercado de plantas de Xochimilco, el Mercado Abelardo Rodriguez, El mercado de San Juan, el mercado Medellín, el mercado Michoacán, El mercado san Angel, etc.
Es impresionante la larga historia que tienen como patrimonio estos recintos, por lo cual me siento el a necesidad de incitar a a todos a seguir acudiendo a esta lugares en los que se ofrecen todo tipo de productos pues a pesar de que existen las facilidades de acudir a los centros comerciales para comprar lo necesario en casa, sólo estamos ayudando a fortalecer a esas grande cadenas comerciales que juegan con los precios de los productos. En cambio si acudiéramos a los mercados tradicionales estaríamos apoyando a los productores locales y las actividades comerciales y productoras mexicanas podrían ir recobrando fuerza, esto sin olvidar aquellos mercados que ahora nos ofrecen una gran variedad culinaria, igualmente de chefs mexicanos que ponen al alcance de toda la población alimentos de una gran diversidad de origen.
Por último y no porque se me haya olvidado, tendría que mencionar que nuestro grupo ha ido creciendo y al el se han integrado otras personas que también son muy importantes, aquellos que en el grupo de Whatsapp son asociados, es decir, novios, parejas o del amigo del amigo del amigo.
¡Feliz cumpleaños Ale!, marzo del 2019.
Entonces en esta última etapa que no estuve en la oficina llegó otro miembro muy importante de nuestro grupo. Ale, otro integrante de origen venezolano, el es un chico muy dedicado, que ama a su familia y se preocupa bastante por la situación de su país, se ha encargado de ponernos a todos al corriente de las necesidades y los sufrimientos de su país. Pero sobre todo es un niño muy tierno que ha gozado y se ha divertido mucho con nosotros, se ha sabido integrar a nuestras dinámicas y hasta a nuestras mañas como grupo. Y justo ayer cumple años.
Así que con este blog además de agradecer a mis mejores amigos, quiero enviar una felicitación al peque Alé, que siga entre nosotros por muchos años más y que nos siga llenado de toda su sabiduría.
*Nota: la información que usé acerca de los mercados fue información que recibí en clase por parte del Maestro Alejandro Emilio Suárez Pareyón, cuando estudié mi maestría en arquitectura en la UNAM.
*Nota: la información que usé acerca de los mercados fue información que recibí en clase por parte del Maestro Alejandro Emilio Suárez Pareyón, cuando estudié mi maestría en arquitectura en la UNAM.






















